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Termina el año y comienzan los sueños.


Os prometí que iba a ser sincera, que en este blog, que es mi casa, no había sitio para falsas sonrisas ni noticias precocinadas.
Y aquí estoy, en diciembre, cerrando el año, uno de los más difíciles emocionalmente hablando.
Ha habido cosas buenas, no puedo olvidarme de las alegrías que me han dado mis hijos ni de los abrazos de mi familia cuando más lo he necesitado.
Abrazos... qué palabra tan bonita.
Rodear a alguien, estrecharlo contra tu corazón, sentirlo cerca y dejar que la tensión desaparezca.
Sí, he necesitado muchos.
Y es que yo soy de distancias cortas.
Como digo, este año ha sido difícil si hablo de esto de escribir. Por dónde empiezo... bueno, conseguí sacar fuerzas -ay, Mateo, cuánto me has ayudado sin saberlo-, retomar un proyecto y me empeñé en verlo en papel. Sí, señores, en papel, toda una locura en el año 2017. Así que terminé autopublicando. Pero no importa, Marie es muy importante y su historia con Álex merece leerse pasando las páginas.
No me arrepiento.
Como dicen, es una buena experiencia, y desde entonces es un no parar de ideas y proyectos (Ana González, gracias por contestar siempre, siempre).
A ver, que me pierdo.
Diréis que hasta ahora todo suena perfecto. Y lo es. Si pongo en la balanza lo bueno, gana con creces a lo malo. Todos los autores se han sentidos solos en alguna presentación (por suerte cuento con mi hermana y en media hora estaba todo olvidado delante de unas cervecitas frías para sobrevivir a los 40º de julio; besos inmensos, Almudena, sé que soy la hermana pequeña más pesada del mundo).
Otro momento importante fue re encontrarme con Adriana Rubens en septiembre y con muchas de mis compañeras.
¡Ah¡ y el viaje a Zaragoza, el Evento Gozare. Madre mía, no esperaba estar tan bien arropada por mis compañeras (Isabel Keats, es un gustazo hablar contigo) y por las lectoras. Me gustó tanto que he perdido el miedo escénico y en cuanto pueda prometo recorrer la geografía para conocer a los lectores, a vosotras, que soois geniales.
¿Y lo malo? Lleváis razón, no hay dramas, aunque este ha sido un año de tropiezos, de caídas que dejan raspones en las rodillas y el corazón cansado, de revolcones bajo bajo las olas heladas, me quedo con lo bueno y con la gran sorpresa de haber vuelto a darme de sonrisas con Erzengel.
Tengo una bolsa de bolis de colores nuevos y cuadernos en blanco y sigo llenando páginas.
Desde hace unos meses estoy ocupada en hacer más grande esos puntos gordos de los que habla María Fornet, y el años que viene, si Dios y las musas quieren, tendré algo muy grande entre mis manos terminado y listo para leer.
Queda poco para que, por fin, levanten el vuelo, Mirella ;) .
Mientras tanto, vamos a brindar por todo lo que nos traerá la suerte.

¡Feliz 2018!

Os llevo en el corazón.


Comentarios

  1. Feliz 2018, guapetona. Verás como este año es mejor 😊. Un besote muy gordo.

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  2. Un honor estar presente entre las cosas buenas del año que se va. Espero que este 2018 venga cargado de alegrías. Un abrazo!

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